Notas sociales #99

20/05/2024 al 24/05/2024
No concibo el terminar un cuento e inmediatamente buscar publicarlo o que alguien me lo lea. Sería darme mucha importancia, confiar en que lo escrito no tiene fallas. Un cuento recién terminado es un cuento contaminado de emoción, cursilería, novatada y soberbia.
Reposo. El mejor remedio para la soberbia del escritor es el reposo, guardarse, dejar que el tiempo haga lo suyo, dejar que la vejez achaque los ojos, la mirada. Solo así puede uno volver a su historia, corregir, corregir mucho, y empezar — de verdad — a escribir.
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La terapia está en los discos que he escuchado, en los libros que he leído, los conciertos a los que he asistido.
Y en todo lo que falta.
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Por supuesto que siento nostalgia. Imposible no hacerlo. Cuando veo una película de mi niñez y me encuentro con la genuina concepción de una historia, solo queda aplaudirla. Me lleva a comparar a la cantidad absurda de ficción dosificada que abunda hoy en día. Películas mal hechas, libros mal escritos, ideas calcadas de un reel, música que parecerá una obra maestra en comparación con la que vendrá. Se trabaja con flojera, por el comentario fugaz y la discusión fría.
Estamos sobreestimulados de mucha cosa mala, mucha cosa tibia, y me da la impresión de que las estamos haciendo norma.
Obvio que siento nostalgia. Veo Terminator 2.
Me niego a pensar que no hay otra cosa en nuestro presente. ¿Qué tan profundo hay que cavar en el Abismo para encontrarlas?
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Me corté el cabello para que genuinamente me pregunten el porqué.
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Nuestro presente necesita clásicos; más allá, la experiencia de crearlos, de ser testigos de ellos. Estamos muy embobados por críticas complacientes/sañosas salidas del internet; tanto, que ya no disfrutamos ver una película sin prejuicios infundados por las redes.
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La felicidad de mi lista negra me da asco.
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Sí, tengan una lista negra. Defínanse; no se mimeticen.
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Nadie nos elige.
Como mucho, les abrimos la puerta.
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Me parece tierno ese código amistoso de, sin invadir la rutina del otro, pasarse memes, fotos, videos, y decir: «Eres esa, soy ese, somos». Lo encuentro enternecedor, una manera efectiva de hacerse presente, de brindar compañía en el mundo veloz.
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Si los problemas pesan, vamos a brindar.
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Qué estupidez más grande censurarse palabras en redes donde no están censuradas. Escriban la cosa como es.
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Irónico que en una época de mayor estímulo sensorial, la norma sea la involución de la atención; y sobre todo, del criterio.
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Los políticos siempre hacen unas cosas matadas para quedar bien; unos llegando en lancha, metiéndose por el Guaire; otros en bongo, cayendo en paracaídas, en bus. Me cuesta diferenciar entre lo épico y lo cómico. Supongo que queda relegado al gusto ideológico de cada quién.
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Me causa gracia el sintagma «adoptar amigos».
Es un recuerdo de lo desamparado que estamos ante la Intemperie de concreto.
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Esa obsesión por el número de palabras, por las cuartillas, por el grosor. Esa necesidad de gritarlo al mundo, contabilizar, ser nada más que un dato. ¿De dónde proviene? ¿Para qué tanta cosa?
Escriban y ya, hasta que el texto diga basta.