Notas sociales #98

14/05/2024 al 18/05/2024
La literatura nos observa.
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A veces extraño porque me da rabia.
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Me parece sospechoso cuando la crítica se empeña en la lectura de un autor bajo razones abstractas, y más cuando lleva años sepultado o fue importante para alguna generación pasada. «Que es necesario». Crean, precisamente, una necesidad que se desborda en eventos, presentaciones, lanzamientos y reediciones.
Hay valor, claro está, en el rescate de la literatura y de la tradición, cómo no; lo que me causa corto circuito es el discurso detrás, un discurso de amolador, a veces lastimero, a veces pretencioso, de querer meterme al pobre autor por los ojos.
Y uno lo lee.
Y no pasa nada.
Será igual cuando a mis compinches aliados del realismo les recomiendo una obra de fantasía; no les pasa nada, desconfían. Lo mío viene del entusiasmo, a veces de un ingenuo amor, sin el peso de una validación académica. De verdad soy una vorágine que succiona al otro porque quiero que sea parte de la renuncia a esa aburrida literatura que llaman realista.
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Nada en literatura se gasta.
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La recuperación de Venezuela pasa directamente por quitársela de las manos al Estado.
Y esto siempre ha sido por la fuerza, con rabia, molestos con nosotros mismos por dejárnosla arrebatar en primera instancia, por no haberlo visto venir, por ser cómplices y pacatos.
No creo en la paz frente a un Estado delincuente.
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Escribir.
Blandir el cosmos.
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Hay una fe enfermiza en las ayudas del Estado latinoamericano. No lo comprendo. ¿De dónde proviene ese fanatismo por seguir haciendo lo mismo y repetir los errores de la miseria?
Ya no hay vecino que arda porque todo este vecindario ya es pura ceniza.
Puede que yo también tenga una fe enfermiza en creer que nada de eso sirve y que esto es un sálvese quién pueda.
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La Caracas literaria es un corral muy pequeño para tanto animal depredador.