Notas sociales #78

17/01/2024
Recuerdo del 13 de enero del 2019:
Llegué a la edad del piloto automático. Es eso o tengo un doble. Mis últimos recuerdos antes de despertar los fijo a la medianoche. Me cepillé y me acosté con la luz prendida. Blanco total.
Papá entró a las 2 am y dice que me vio leyendo, y por eso no apagó la luz.
Despierto recién; luz apagada. Papá comenta el incidente y no sé de qué me habla. Repito, solo recuerdo el acostarme luego de cepillarme a la medianoche.
Reviso las páginas de lo que estoy leyendo y están en el mismo lugar. Literalmente no recuerdo nada. No recuerdo que apagué las luces o que haya estado despierto hasta las 2 am. Me perdí en un vacío temporal y regresé de milagro a mi propia dimensión, parece.
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Las declaraciones de un escritor, de un intelectual, de un actor, de un artista, sobre algún conflicto actual me parecen obviedades disfrazadas de ideología o de soberbia. Hasta dónde se ha estirado el cuento de que el humanista realmente tiene algo que decir sobre economía o la sociedad. Por lo general, detrás de toda esta parafernalia, se esconde un tarifado de turno para tal o cual canal.
Ante esto, y si alguien espera que yo opine, pues que sepa que le huyo a mi opinión fuera de la mesa de un bar o de la comodidad de mi cuarto.
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Me duelen mucho los ojos. Todo se me hace muy brillante. Todo se me hace muy pesado. Ya no quiero leer, y sin embargo las lecturas para la universidad se acumulan. No me interesan. Les huyo porque ya parece que no pueden enseñarme nada, mostrarme nada o motivarme. He perdido el hambre por aprender.
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Transito por una vida que ya no quiero, a través de unas horas que no me sueltan. Quiero irme. Estoy aburrido.
Aburrirse es una forma exótica de la añoranza, de la nostalgia. Nadie me está mirando. Nadie me está escuchando.
Camino siendo estática, un ruido blanco. Y eso aparentemente está bien con quienes dicen rodearme.
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He convertido esto en un diario de pesares, en un diario del desencanto. Quisiera a veces perderme en la profundidad de una noche citadina, perderme en la madrugada y no volver a ver el amanecer.
Los días del mundo seguirán y nada más.
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Si el amor nunca basta, entonces ¿qué?
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Las personas son puertas que deberían mantenerse cerradas.