Notas sociales #72

10/12/2023
Cabe la posibilidad de que toda construcción, todo puente, toda cabaña que erguimos en torno a las personas que nos importan sean potenciales derrumbes.
Qué mal, ¿verdad?
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El desvarío habitual transformado en materia ¿poética? Aquí no hay estética, no hay una línea estilizada más allá de la divagación, el enojo, el silencio y la rabia.
Veo el mundo, y ajá, ¿y ahora? ¿Lo represento? ¿Le coloreo? ¿Lo distorsiono? ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué es lo que se espera que diga para seguir de servil al propio sistema de convenciones del día a día?
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Cada vez es más difícil distinguir entre el poder de la fabulación y el ser funcional dentro del mundo interpretado. En ambas, intento ser lo que sea que tenga que ser, a la vez que soy otros, a la vez que [no] soy ninguno.
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Uy, qué posmoderno, encerré entre llaves un adverbio.
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El mundo de los libros.
El mundo de las películas.
El mundo de los juguetes.
El mundo de las canciones.
Gracias.
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Sobre The Hives en Caracas: Qué importante es escuchar música, verla ejecutarse en vivo, saberse testigo de un momento único, que solo quedará en un espacio de la memoria; no hay mayor magia que esa, la magia de lo efímero que se manifiesta en un acorde.
Ojalá vengan más conciertos. La vida nos lo debe.
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Más sobre The Hives en Caracas: Vivir la música no es una tarea para tibios. Incluso entiendo a aquellos que no escuchan absolutamente nada más de que lo el ambiente cotidiano les da. La música es una continua alimentación, ¿qué alimenta? No sé, algo, la fe de que este mundo no es tan feo. Y no todo el mundo es una persona de fe. Tener fe, en dado caso, es una labor perdida.
La verdadera superioridad de todas las artes la encontramos allí, en una tarima, naciendo, invocando a quién sabe qué dioses cantores. Presenciar ese momento, EL momento, también requiere que nuestros sentidos se entreguen, se desvivan, se permitan ser. Entonces, en coro, lo que concebimos como «canción» sale de la garganta en compañía de la noche, de todas las noches, desde la primera noche en que el fuego se hizo fogata y nombramos al mundo.
Vivir la música es continuar el ritual de hablar con el mundo en su idioma, de arrullarlo ante tanta pena. Y esa, repito, no es una labor para tibios.
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Decía el buen Evaristo: «Eres muy libre si quieres confiar…».
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Miren mis garabatos. No sé. Salen cuando converso por teléfono.
