Notas sociales #6

El problema principal de los live action es su falta de inventiva a la hora de aprovechar sus propios recursos audiovisuales, ya sea por una premura publicitaria que obliga a compactar, diezmar y flagelar la obra en la que se basa, o por un desconocimiento total de lo que se quiere contar.

No sé a qué responde el live action. Es una movida insensata, de coleccionista que intenta rellenar un catálogo a falta de historias propias, además de un deseo de occidentalizar -más- los formatos que han escapado de la mirada domada del algoritmo.

Sobre esto último, ya no me queda la menor duda de que si bien la serie es el formato narrativo de este siglo, tampoco volteo la mirada cuando observo que este se va construyendo con base en datos. El espectador participa activamente, pero no como un ente que corresponde a la obra, dándole un sentido, un lugar o tiñéndola de significado dentro de los millones que puede haber; no, participa como un cúmulo de ceros y unos, parte de un diagrama de flujo que terminará empaquetado. Al espectador se le irrespeta llamándolo público objetivo, y este solo aplaude.

La cultura POP es un fraude. Y tanto que nos gustaba.

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La ultraderecha, la ultraizquierda, el ultrainstinto.

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El fantasma del hambre viene recorriendo Latinoamérica. Hay partidos que hasta lo llevan pintado en sus banderas y todavía hay tarados que parecieran que no aprendieron a leer.

Latinoamérica es el continente de los tontos útiles. Vemos orquestas mastodónticas y desafinadas, estallidos sociales de un bando que terminan en la elección de su contrario o ingenuos que intentan profundizar un proceso electoral fallido en un autoritarismo.

Qué desgracia vivir entre antivacunas, provotos, opositores convencidos de que hay democracia, periodistas vendidos a la narrativa electoral y comunistas.

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Llegará el 2022, con el tiempo todavía en criogénesis.

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Tengo en mente un manifiesto fantasista. El principal problema es que no me siento digno de él. No hay obra publicada que hable por mí, ni tampoco simpatías del gremio hacia mi pluma. Solo quiero obedecer a un impulso, dramático, por darle forma a ¿mi poética, mi norte, mi forma de concebir la escritura?

También temo que vendrán los terminológos de siempre, acusando que la ficción es una respuesta del entorno social y político, que debería mirar por la ventana y representar (odiosa palabrita) el sufrimiento de todo un pueblo, y que quizá así me gane un podio en el canon de nuestra literatura o al menos me gane un concursito, que recurra a la lagrimita nostálgica.

Quizá, por respeto al propio esbozo de manifiesto, no termine nunca de sacarlo del cajón y me termine plegado a las palabras de Garmendia en su Cuento ficticio.

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La escritura es una decepción. No libera, ni tampoco es un acto de resistencia. Dudo que sea un espejo. Es más parecida a un abismo, un remolino de dudas, miedos, trazas de un pasado presente, el ojo de un Dios que ha perdido la pupila, que observa y enceguese en constante choque con sus propias ideas.

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Quiero a mis contemporáneos, a quienes se han dedicado a las artes -la pintura, la escritura, la música- y a la vez siento que no podría acercarme a ellos más que para unos mensajes de texto automatizados. Hay una brecha que no logro identificar, que lo más probable es que tenga que ver con mi odiosidad, hacia mi falta de timming o mi poca perspectiva para dar un remate en una conversación.

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Acuérdense de mí en estas dos cosas:

1. Aparecerán tres Spidermans, pero serán hologramas generados por los drones de Mysterio.

2. John Wick 4 y Matrix 4 son la misma película.