Notas sociales #58

12/10/2023
Las aceras de esta ciudad son monolíticas. No porque tengan un ojo hacia el cielo, hacia el cosmos; sino, que son un centro para las tristezas que caminan. Habrán decidido coserse la boca para resguardar los pasos del desdichado que corre bajo la lluvia.
Allá en el cielo, las estrellas; acá en la tierra, el concreto y la promesa de perderse.
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Este también es un diario escueto de lectura. Un lugar en donde ordeno lo que nunca he aprendido a ver.
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No soy un erudito aunque suene tentador tener una opinión, una posición, sobre todo lo que pasa en el mundo interpretado. Es lujurioso palabrear, hacer malabares con la retórica e impresionar a uno o dos críticos. Yo entiendo a quienes caen y se engañan en las tierras de la exposición continua; prefiero que existan ellos para que nunca me toque opinar sobre lo que no me interesa.
Si te pones a ver, ellos hacen el trabajo sucio. Depuran el mundo de la ignorancia con autosuficiencia.
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Nada que no salga de las uñas puede ser honesto.
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Últimos primeros días es lo que me queda de este semestre que avanza. Ojalá no me pregunte, en alguna noche de silencios incómodos, si ha valido la pena llegar hasta acá.
Temo la respuesta.
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Irse tan profundo, tan profundo en la tierra, tan profundo en el bosque, tan profundo en la memoria, hasta que confundan tu remo con una pala. La eucatástrofe de las almas rotas y cansadas.
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No hay multitudes
en donde no nazca
la llama vana que conduce
la esperanza de cruzarme
con el cosmos que gotea
de tus ojos.
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Ver One Piece, su adaptación serial en carne y hueso, fue una experiencia enternecedora. De más está decir que lloré en un par de ocasiones; ocasiones que me remitían a momentos pasados de aquellos primeros arcos, en donde este pequeño grupo de piratas apenas se presentaba. Entiendo las dificultades de adaptar un formato a otro, y en eso, en esas pequeñas diferencias, One Piece se alza con sus propios temas y su propia identidad.
Las obras no trascienden de sus formatos. Las obras trascienden cuando en ellas hay una sincera comunicación entre ellas y el mundo, estemos o no estemos para presenciarlas. Son chispas independientes que van susurrando las verdades que en algún momento conocemos, pero que hemos olvidado por menudencias de la hostilidad.
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Cansa pensar que podemos ser mejores.