Notas sociales #54

M. M. J. Miguel
3 min readSep 20, 2023

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Foto de: Gabriela Vignati, mi amor

20/09/2023

El horizonte fue el primer misterio.

Alguna vez dije que la escritura era enfrentarse a un laberinto propio. Hoy no estaría tan de acuerdo, pues entraría en una pantomima de las ideas de Borges, en donde cada muro también es un espejo, un infinito, un eterno deambular de puertas detrás de puertas; y eso me llevaría precisamente a caminar sobre sus referentes de antaño.

Como ven, recogería unas ideas que no son mías, inatrapables, pues reposan en la cabeza de un muerto, y uno muy curioso, uno al que le gustaba tomarle el pelo a la gente. Estaría, inevitablemente, en un laberinto.

Sí, pienso que escribir tiene un poco de ingenuidad al dar tumbos por allí y por allá. El laberinto en dado caso se lo hace uno al no darse cuenta de que no existe un sendero, sino una planicie que lame el horizonte, y más allá, y más allá.

De verdad este debe ser el único país en donde anuncian un festival musical, empiezan a vender las entradas y ni siquiera dicen las bandas que estarán.

Pero ¿qué digo? Sabemos que serán Los Mesoneros en sus distintas versiones y vestuarios.

Casi todo el posmodernismo es una estafa.

Cuando un libro me hace ver, sea lo que sea, fuera de él, creo que logró su objetivo. No sé.

A veces pienso que no tengo nada, la verdad. Que no tengo siquiera mi nombre.

Estar en el último par de semestres de la carrera de Letras ha abierto una caja de pandora respecto al futuro. Desde el primer día he sabido qué es lo que quiero hacer y adónde quisiera llegar.

El miedo está en enfrentarme al mundo siendo «eso». Congeniar la soledad, mi vocación, con la hostilidad del tiempo, con la hostilidad de las ausencias. Intentar no ser olvido.

Epa, cambié de teléfono y se me borraron los contactos. Quienes tengan mi número, pásenme un mensaje por WA para guardarlos.

No es chanceo.

O sí.

Depende de ustedes.

No soy consumidor de arte.

Yo «escucho», «veo» y «leo».

Lo que se consume sale por el otro lado hecho una pasta de heces.

Todo lo demás, lo que se aprecia, queda en nosotros.

Para que el podcast pueda sobrevivir como modalidad discursiva, debe sobreponerse a su propio estigma: el estar relacionado con la comedia de bajo nivel y la habladera de pistoladas de cuatro tontos alrededor de una mesa.

He vuelto a la ciudad luego de andar una semana en la Isla con G.

Margarita brilla bajo ese sol al que se le ha olvidado la piedad. El mar, coloso, con vida propia, es un custodio al que no se le olvida nada.

Vale la pena preguntarse, al menos como ejercicio, cuántas promesas se habrán hecho en sus orillas, en sus playas; cuántas despedidas habrá atestiguado debajo de un cielo estrellado que a duras penas ilumina la mirada en la penumbra.

Soy hijo del mar. Él sabe que volveré para descomponerme cerca de sus olas, cuando la vejez, o la repentina calamidad, arremetan contra lo que sea que he venido a hacer en este plano.

Mientras, recojo ese azul verdilíneo que se eleva y rompe en las arenas. Allí hablan sirenas, tritones, otro mundo, otra latitud.

Sea, pues, Margarita, el hogar de los ocasos naranjas.

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M. M. J. Miguel

Entusiasta de las artes escritas y sonoras. Recolector nivel experto de rechazos editoriales. Pirata de tierra firme. Letras UCV.