Notas sociales #5

M. M. J. Miguel
4 min readNov 5, 2021

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El anuncio de Meta trajo consigo una coletilla de tecnófobos que no se ponen de acuerdo en por qué les desagrada un avance de este calibre. Por un lado, están los socialistas de Starbucks que desmeritan lo que el CEO de FB haga lo que quiera con sus plataformas. Lloran que el dinero invertido no será usado en sus pistoladas heroicas, que al final lo único heroico que tendrán es que no maten a tan rápido de hambre a la gente.

En segundo lugar, están quienes dicen amar el mundo fuera de la virtualidad. Aquí me detengo porque entiendo que en estos años hemos experimentado un creciente desasosiego ante lo cotidiano, y poco a poco las redes han absorbido y deformado nuestra forma de percibir el mundo. La virtualidad tal como la conocemos SÍ ha mermado nuestra capacidad de atención, convirtiéndose en un problema de salud mental.

En lo personal, sí quisiera que la manera en que la interactuamos a través de las redes desapareciera. Hablar con alguien no está lejos de parecerse a una conversación con una IA. La artificialidad, aún no despegada de este mundo tangible, solo es un dolor de espalda constante que solo se ve superado por el deseo de crear contenidos tan vacuos como la capacidad que tenemos de reflexionar en torno a ellos.

En tercer lugar, si Zuckerberg soluciona el principal problema del mundo virtual -la sensorialidad de la consciencia, la interacción tangible del mundo- ¿no sería acaso el fin último de la exploración de las fibras posibles de los planos cognitivos? ¿No sería acaso un motivo más para profundizar entre los pliegues del pensamiento y en los mundos posibles que hemos soñado a través de la inmmersión ficticia de los videojuegos, y yendo más allá, del arte? La verdadera simulación está a la vuelta de la ruptura entre nuestros yoes.

Quizá yo abrazo esta idea porque anhelo un futuro más parecido a San Junipero, que a Matrix.

En este mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. La vida es sueño, de Calderón de la Barca.

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Sin nada que agregar al resultado del concurso de cuentos SAO. Más de lo mismo, solo que peor escrito. Eso sí, felicidades a quienes apostaron por los registros fantásticos y ciencia ficcionales. Mi aplauso por intentar poner metal en un bar lleno de reguetoneros.

El metal nacional me sigue decepcionando. No solo su discurso antisistema quedó reducido a unos versos que ni encajan en la estrofa de la canción de turno, sino que se ha convertido en la servidumbre útil para el poder. Montarse en una tarima del Estado sigue siendo imperdonable, porque, aunque nos duela, el arte en sí mismo tiene una carga ideológica ineludible.

Valdría más que se sinceraran, que dijeran que se montan en esas tarimas porque no les importa nada, que solo quieren exposición y que lo que expresan en sus letras solo son pasajes ficcionales, un personaje creado alrededor de un concepto.

Lo que me molesta son los discursos que justifican que la música es apolítica, o que hay más bolas en cantarle gritao al gobierno desde sus tarimas que desde otros espacios. Esto es producto de una vaga reflexión alrededor de lo que se hace con el arte mismo, con el que uno crea.

Nos importan más las tarimas que lo que somos en una.

Pero de nuevo, cada quien hace con su arte lo que quiera. Total, de tanta libertad ya no se puede respirar, decía el Evaristo.

Causa gracia el flyer. Si nos reducimos a la semiótica, básicamente les están diciendo: ustedes son mis perras.

Quiero [no]ser desde mis lecturas.

La adaptación audiovisual de Invincible cumple en la mayoría de sus aspectos. Aclaro que no he leído el cómic, entonces no tengo un eje de referencia, de modo que me remito a la independencia de ella.

Si bien creo que es una buena historia de superhéroes, con un apartado visual decente para la animación gringa, y que se sumerge en otro tipo de heroismo, también pienso que peca de lo que yo llamo la “adulterización cotufera y gratuita”.

No sé de dónde hemos sacado que para que una obra sea adulta debe tener altas dosis de sangre, sexo y groserías. ¿Así estamos pensando el crecer, el llegar a la vida adulta? Ese pensamiento sigue permeando las series peor de lo que una pandemia lo hace.

Los encuadres, los diálogos, incluso la estética se ve “enmierdecida” con el fin último de gritar que este producto es diferente, que este producto es un giro de tuercas, que este producto ES PARA ADULTOS.

¿A eso reducimos la adultez? ¿En historias sin un ápice eucatastrófico? ¿En historias más realistas? ¿Realistas desde qué sentido? ¿La crueldad? Porque hasta donde yo sé también existe la amabilidad, la esperanza y el esfuerzo por vivir.

Entiendo que la obra original salió a principios del 2000, donde el fenómeno que describo ni pensaba en aparecer. Si originalmente fue concebida de esa manera, entonces, mi lectura podría estar errada, pues evidentemente en aquellos tiempos no estábamos sedientos de vísceras en la fantasía o en la ciencia ficción. Por aquel tiempo estaba lejos de salir ese nefasto ensayo de Sanderson de la fantasía postmoderna (que tampoco inventó la rueda, en realidad).

Pero, de nuevo, la adaptación audiovisual tiene más puntos positivos que negativos.

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M. M. J. Miguel
M. M. J. Miguel

Written by M. M. J. Miguel

Entusiasta de las artes escritas y sonoras. Recolector nivel experto de rechazos editoriales. Pirata de tierra firme. Letras UCV.

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