Notas sociales #43

3/07/2023
Mi problema, quizás, es que no tengo tantas máscaras para enfrentar al mundo. Soy solo un par de rostros, un par de ideas, un par de argumentos. Las he tenido que remendar a lo largo de los años; parcheando con lo que consigo en el camino.
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Giro en torno al Abismo porque es la única manera de regresar al pasado y observar el futuro. Es la verdadera máquina del tiempo, un sendero de fábulas baldías. Tiene una corona, parecida a la del sol. Esta no brilla. Solo zumba, vibra, a veces cascabelea desmesuradamente, en un código que solo puede entenderse en la locura.
Tantos nombres. Tantas caras.
Y los pronuncia, cada uno, con la indiferencia propia de algo que se sabe superior.
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Qué pesadez convertirse en la extensión de una persona o de un oficio; un desmontable. «Allí va fulano, dueño de tal librería». «Allí va mengano, el que era novio de tal». «Allí va sutana, la que cantó en tal sitio».
Eso solo demuestra que no nos interesa conocer personas, que no nos interesa abrazar la diversidad. Bienvenidos al utilitarismo emocional.
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Nunca hay que perder de vista la línea, el hilo, la senda, de causalidades. El azar, entonces, se convierte en la única manera organizada en que podemos entender nuestro mundo y nuestro lugar en él.
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Leí Un vampiro en Maracaibo, de Norberto José Olivar. Fuera de la estructura epistolar de la novela, el fanzine amarillista de una página de sucesos, y sus incontables referencias, es una obra que se me hizo áspera, no en sentido peyorativo.
La novela quiere incomodar, increpar la idea lo oscuro, de lo real, de lo vedado y de lo imposible. Aquella visión del mal, una visión que va cambiando con las eras, es precisamente lo que se propone a desentrañar en la figura de este vampiro. Las épocas cambian, y el mal, que no sabe que es maligno, que se sabe superior a cualquier fina nomenclatura salida de la academia y de la sociología, solo hace lo que sabe hacer: existir sin improvisar.
Es aterradora por momentos, pero lo es cuando esta noción del mal se acerca a lo humano; lo que me lleva a pensar que quizás la corrupción de todo arquetipo empiece precisamente por nuestro accionar. Nos aterra una violación porque afrenta el derecho a existir de otro ser humano, perpetrado por otro ser humano. Nos aterra que tengamos que convivir en un mundo con gente así, atrapados en una cárcel con una cantidad de locos que harían eso y muchas cosas peores.
El vampiro, esta extraña figura, solo se regocija. Su problema es la inmortalidad. Su problema es que también está encerrado con nosotros, y empieza a sentirse humano cuando siente deseos de escapar. Nada más humano, primitivo, que escapar del depredador.
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No creo haber hecho amigos en la universidad. Les caigo mal.
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Telegram me parece aséptico, estéril.
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Siempre es la misma luna
la que aparece en el claro,
y aunque te llame en tus distintos nombres,
arrulla tu baile de Solsticio,
en ascuas nocturnas,
en hoguera de pilar.