Notas sociales #32

28/12/2022
He dejado estas notas a un lado desde que comencé a soltar mis pensamientos en una libreta. La libertad del grafito quizá proviene de la idea de que nadie, en realidad, leerá lo que allí estará escrito. Sin forma. Sin meta. Solo sentarse. Zazen. Sin embargo, mi memoria muscular todavía busca el teclado, como si no me acostumbrase al destete. Pienso que podría llevar bien los dos formatos según lo que tenga a la mano; es el mismo cerebro, el mismo desastre que se busca entre tantos verbos para existir.
Podría, eso sí, cultivar las dos, entrenar ambos músculos, pues toda escritura, hasta la más banal como esta, requiere entrenamiento, requiere oficio, una rutina, una mediación entre el pensamiento heterogéneo y las vasijas estructuradas entre las palabras y sus significados.
Escribir desde todos los ángulos sí se puede ha de ser una meta ineludible.
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Ha sido un año terrible. Entre rupturas amorosas/emocionales, unos semestres sacados de una piñata, una soledad creciente y el esperpento de vida que nos gastamos con la posmodernidad respirándonos en el cuello, no hay mucho que destacar y agradecer, más allá del hecho de estar vivos, aunque esto, claro está, debería ser suficiente.
Me gusta vivir. Me gusta estar vivo a pesar de todo. Quiero estar vivo para seguir escribiendo, para seguir imaginando; nadie lo hará por mí.
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Quisiera hablar de mis lecturas favoritas del año, pero en este momento no puedo recordarlas. Este debería ser algún tipo de aviso: a) estoy perdiendo la memoria y el interés por lo que leo, b) puede que no haya nada tan destacable más allá de La serpiente Uróboros, de E. R. Eddison, novela de fantasía de dignifica y eleva el concepto de épica en la modernidad.
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Unas cervezas y una conversación agradable verdaderamente pueden sanar parte del alma. Nunca se nieguen estos momentos, por más nimios que puedan parecer. La memoria es una roca en donde quedan grabadas a veces lo que menos uno esperaría.
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Estoy lanzando aquí una sarta de comentarios como si esto fuese un espacio de autoayuda y yo fuese un gurú. Nada más despreciable y fuera de la verdad.
No todo puede ser pesimismo, aunque sea el desencanto lo que mayormente me domina.
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A la literatura hay que llegar aprendido; o al menos, con intención de seguir aprendiendo. La pasividad del lector me da repelús, y es esta la que abunda en la mayoría de los medios de reseñas culturales que encontramos por allí: minimizar al arte como si fuese una barajita.
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Reinvención, reinterpretación, revisión, aproximación, profundización, exploración; todos términos manidos a la hora de escribir y hablar del arte, cine, literatura. Creo que si una obra nos ha gustado de verdad, deberíamos intentar hablar genuinamente, y no por rellenar un número de caracteres para que nos paguen por tal o cual artículo con un pase de prensa o algo.
El crítico a secas debe ser genuino. E implacable.
Vean Almost Famous.
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Dudar. Poner bajo sospecha la más mínima muestra de existencia del otro. Somos islas, al fin y al cabo.
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Dedicarle palabras al silencio, al más noble de los elementos.