Notas sociales #26

M. M. J. Miguel
4 min readSep 6, 2022
A quien corresponda

6/09/2022

A veces, de la necesidad de escribir queda el cansancio. Deambular por los reinos de la palabra desgasta las suelas de los zapatos. Es un camino sin rumbo, pavimentado por la búsqueda de la elasticidad que fundamenta al texto literario como una suerte de concreción mitológica en tiempos contemporáneos.

Cuando al fin se encuentre lo esquivo, ¿qué haremos con él? ¿Es acaso la escritura una suerte de cacería, el afán de un filibustero en alta mar? Habrá que verlo sumido en las redes, pataleando por escapar. Quizás el buen escritor es aquel que captura a la presa y la deja ir, quedándose nada más que con la satisfacción de haber visto lo que por noches enteras le quitó el sueño.

Deambular es abandonar. Abandonamos la comodidad de la lengua por la vastedad de la palabra ignota; no por su rareza, sino por el ardor que pueda suscitar en nuestro pecho una vez que la leemos y posteriormente la usamos.

No quiero pasarme la vida justificando que escribo fantasía, fantástico y ciencia ficción solo porque a una parte de la academia le parece una literatura menor a la que no hay que prestarle mayor atención que a una mosca en la sopa. Prefiero apartarme del debate, más no de la defensa acérrima de la imaginación ante los incautos que son incapaces de observar a las hadas en el claro de un parque.

De hecho, no quiero justificar bajo ningún contexto que escribo lo que escribo por elección, porque en el sinvivir del realismo no encuentro las imágenes necesarias que den a mis palabras un lugar en el mundo — y en otros mundos posibles — .

Si en la literatura hay espacio para todos, entonces justificar las estéticas frente a la hegemonía es un sinsentido. La hegemonía solo se masturba frente a nosotros y pretende que le aplaudamos. Hora de salir de las tibiezas. Que cada quién escriba lo le guste y que el tiempo, devorador en pleno, decida por encima de los críticos de turno.

Hay algo estéticamente baldío en House of the Dragon, y es que dentro de la dinámica de las series de televisión se pliega demasiado a su predecesora, como si no fuese una historia independiente — que en realidad no lo es — o surgida dentro de otro contexto. Si bien sabemos que GOT marcó una pauta, a mi pesar, para el dinamismo televisivo, es un poco parco no arriesgar teniendo tanto presupuesto y medios para hacerlo. No queda de más decir que estamos ante un producto cultural masivo, que bien cuenta con las herramientas para convertirse en una historia de fantasía de la que pueda hablarse fuera de la sangre, las vísceras y demás tonterías que pretenden vendernos desde las oficinas.

Desde luego, es una serie que hasta ahora va sólida con lo que quiere contar, con el sobrante de que quizá se tome demasiado en serio a sí misma dentro de su oscuridad y poco solemne discurso; la diatriba por el poder es seca, pues resalta el hecho de que no puede deslastrarse de GOT.

Hablar de The Rings of Power a tan solo dos capítulos es complicado. Primero porque no quiero caer en el discurso fandomita que todo lo sabe y todo lo tiene calculado. Para mí, hablar de Tolkien va más allá de datos; hablar de Tolkien es hablar de una poética, de un trabajo de construcción y comprensión del poder de los mitos. Tolkien como autor moderno frente a una modernidad — y sus historiadores — que parecieron darle la espalda. Segundo, la interpretación de nuestro contexto está viciada más de la cuenta de ideología y discusiones baratas que nada ayudan a entender una obra que ha empezado, y me trago mis palabras anteriores al respecto, con buen pie.

La interpretación audiovisual del mundo tolkiano nos da pie precisamente a imaginar, a tallar las paredes de las moradas de los enanos con el pensamiento; nos da pie a confiar en la evocación que parte desde la sonoridad del lenguaje. The Rings of Power capta en esencia esta capacidad de dar rienda suelta a las formas del mundo; no de reinterpretarlo o reinventarlo; sino, irse a la más pura interpretación del artefacto del fantasista. Hay algo encantador, en el sentido de que la historia que pretenden contar está engalanada con la magia, con el poder, de una historia de fantasía.

Dentro de dicho encanto hay un misterio que resalta el hecho de que estamos frente a una épica, al canto de una historia que se contaría alrededor de una fogata; y ¿no es este acaso el verdadero valor de un mito profundo? ¿el poder contarse alrededor del fuego en las noches de frío, amparado bajo las hojas de los árboles susurrantes?

La serie puede que esté bordeando la genialidad, en especial en su capítulo introductorio. Sin embargo, sigo viéndola con sospecha; es inevitable esperar demasiado. Habrá que ver a dónde depara este trabajo interpretativo.

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Written by M. M. J. Miguel

Entusiasta de las artes escritas y sonoras. Recolector nivel experto de rechazos editoriales. Pirata de tierra firme. Letras UCV.

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