Notas sociales #25

M. M. J. Miguel
2 min readAug 29, 2022

A quien corresponda

29/08/2022

He regresado luego de un breve viaje a mi lugar de nacimiento, Margarita, la Isla. Entre sus calles me recorro, como un lápiz que remarcara los bordes de sus senderos para no desaparecer. Encuentro uno que otro matiz con mi pasado, con aquella niñez que poco comprendía al hogar.

Pasé por mi vieja casa, ahora convertida en un bodegón de rejas negras, que me apartan de las largas caminatas sobre esas veredas polvorientas, agrietadas, resistentes al sol. No me atreví a entrar. Sin embargo, en el mundo del pasado todavía escucho el cantar de los gallos en el patio, donde compartía espacio con una gallera sepultada entre heces y plumas.

El mar. En sus olas se escriben tantos desencuentros y deseos, llantos y penitencias. Si los dioses eligen una figura para presentarse luego de mi muerte, que sea la del mar agitándose en la calma de una playa sin rostro.

De nuevo en tierra firme, presiento que ya no soy el mismo; partí siendo alguien, regreso siendo otro; una telaraña de remembranzas. Desarticulado del habla. A donde miro, no pertenezco; en donde fui, siquiera un cimiento. Solo una cama esperó mi regreso.

Castillos en el aire. Castillos de naipes. La imagen del castillo como algo que se significa como imperturbable, a la espera del azar como desgracia; lo mínimo como peligro para las grandes formas, para los pesos gigantes del alma.

Como un amasijo repto por los suelos de mi propia consciencia. Intento, sin éxito, augurar la luz de un faro que atraviese la neblinosa calamidad que se ha vuelto el sentir. Ahora uso estas notas, estos diarios, como una extensión de mi tristeza, como si de tanto escribirme pudiera darme una respuesta desde alguna otra nota.

Estas son cartas a la nada, a nadie; o, quizás de tanta insistencia, se forme desde mí una nueva personalidad que sea la que me retenga y ose contestarme con alguna fórmula para salir de esto que llamo “la tranquila pena”.

¿Dónde está la canción de los bosques?

A nadie le importan los desvaríos de un hombre en sus 30. Compartirlo es mi manera de borrarlo, de quitarle importancia. Solo el silencio es un ataúd con cuatro clavos en la tapa; solo el silencio protege mis pensamientos de la erosión del tiempo.

De Bradbury: Su balance estético. La persecución de la belleza inalterable de las cosas, aquella que al ser nombrada por la palabra correcta no se esconde, sino se pule.

De Ribeyro: La compresión de los detalles para enaltecerlos. Darle trabajo al lector, el último escritor, no es un pecado. Es un deber.

De Borges: Enredarme.

Salvo distancias porque solo me queda la admiración en solitario.

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Written by M. M. J. Miguel

Entusiasta de las artes escritas y sonoras. Recolector nivel experto de rechazos editoriales. Pirata de tierra firme. Letras UCV.

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