Notas sociales #24

M. M. J. Miguel
3 min readAug 4, 2022

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A quien corresponda

04/08/2022

Anoche soñé que veía un corto de ánime en donde unas máquinas con brazos fornicaban con personas o muñecos. Más que fornicar, los tenían agarrados en unas pinzas y hacían lo suyo. Y del otro lado del proceso, de estas máquinas me refiero, había un pincel dibujando o dando a luz extraños garabatos papel. Ya los he olvidado. La película se proyectaba en una tienda oscura, reproducida desde un disco pirata.

No me perturbaba lo que veía. No podría tomarlo como una pesadilla. En un principio pensé que estaba viendo Ghost in the Shell, Akira. No tengo mucho más que decir. Quizás esté a las puertas de un nuevo cuento y no me estoy dando cuenta. He venido a escribir al menos el sobrante. Hay quienes escriben sus sueños. Entiendo que trato con una materia difícil de asir, con imágenes en estado puro, que a su vez son procesadas por mi propio recuerdo al tratar de plasmarlas en papel. Tal como dichas máquinas fornicadoras, intento fornicar mis pensamientos para que den a luz algo que tenga sentido.

Stevenson, en sus ensayos, decía que los sueños eran los susurros de los elfos, que ellos le transmitían las historias en la duermevela, que él luego convertiría en los clásicos que ya conocemos. Yo no sé si un elfo me ha visitado en la noche, pero supongo que le abriré más seguido a la puerta.

El nexo entre ambos mundos es la imagen virgen.

La literatura no es un medio. Es un fin.

Mientras más envejezco, más enemigo de los contratos sociales me hago. Hablar de determinadas formas para caer bien, para dar un mensaje, para ser la pantomima de una idea, me parece de cobardes, de quienes no saben lo que quieren, de quien solo viene a este mundo a plegarse a sus reglas, de quienes no entienden sobre libertad, de tibios.

Uno debe decir las cosas como mejor le parezca, y más cuando sabe que no le está haciendo daño a terceros. Los contratos sociales son cadenas que nos imponen para tener contactos en el mundo laboral, o incluso para salvaguardar las apariencias. Me parecen lo menos contracultural que existe.

Yo digo y diré lo que se me dé la gana en cualquier red social, reunión o conversatorio. Me doy licencia de estar equivocado también. Vivimos callándonos, o peor, fingiendo palabras que no son nuestras en cada rincón de esta sociedad y acatamos eso como nos fuese a sacar de la miseria o darnos una oportunidad única en la vida. A cagar. El buzón de sugerencias se encuentra en su chatarrero más cercano.

Me dan pereza los tibios.

Al jugar Grandia II y III he encontrado cierta paz en su repetición, en sus mecanismos heredados del RPG clásico. Estas épicas no son más que la trascripción de un código más antiguo que nosotros: el arte de contar historias que involucran al lector; lo hacen parte de sus emociones, de sus desvaríos y desgarros argumentales.

Pero hay más. Estos dos títulos en particular pincelan unos escenarios místicos, llenos de conversaciones entre la fantasía y la ciencia ficción — aunque tengan inclinación hacia una y otra — y las balancean en un punto en donde estas conviven sin opacarse.

Es muy diferente a cómo trabaja la palabra escrita, cuyo poder de buscar la verosimilitud a veces parece truncado por sus propios recursos, como si se excluyeran de sí mismos. Quizás el verdadero reino de los sueños, el verdadero mandato de la imagen narrativa no esté en los libros, sino en el videojuego como forma de inmersión total.

A veces solo me provoca llevar al personaje principal a recorrer infinitamente sus bosques y sus playas, caminar y caminar mientras detallo el cuidado que los diseñadores pusieron en cada tramo. Un árbol allá, una torre tan alta como alcanza a ver la vista, un oleaje, las huellas en la arena, el sonido que sale al pisar ciertos terrenos. El personaje de videojuego hace exactamente lo que nosotros quisiéramos en una buena pintura o en un buen libro: lo recorre, y de rebote, nos lleva con él.

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M. M. J. Miguel
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Written by M. M. J. Miguel

Entusiasta de las artes escritas y sonoras. Recolector nivel experto de rechazos editoriales. Pirata de tierra firme. Letras UCV.

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