Notas sociales #22
La vida volvió sin transición, incluso para aquellos que desconfiábamos de la calma repentina de las calles, de los cafés y de las avenidas. Esperaba un telón bajando, dando paso a la siguiente escena, un estímulo que advirtiese el hoy, sin nada más que un leve recuerdo y poco de dolor convulso, que se asemeja más a un sueño de espuma.
Todo esto solo detona mil preguntas. ¿No fuimos solo víctimas de unas ansias de soledad exterior? Entre brindis pongo la mirada en las copas ajenas. ¿Qué beben? El presente disfrazado de cordero.
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La polémica cinematográfica de turno vuelve a consumir a la propia película. Un fenómeno que empiezo a creer que es adrede, que la industria usa para promocionar algún film al que no le tienen tanta fe.
Polariza y tendrás público asegurado, rezan las iglesias del marketing.
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El arte se diferencia entre toda esta parafernalia mediática porque no es descartable.
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Los poetas son expertos mentirosos. Se han ganado esa etiqueta a pulso y la esgrimen con orgullo.
Deben saber que en el segundo puesto del podio están los reseñadores de cultura pop. Desconfío de la reseña contemporánea tanto como de la izquierda latinoamericana. No comprendo cuál gran evento cultural es el que ha cambiado el paradigma en estas dos últimas semanas, que próximamente le dará paso a otro evento cultural magnánimo -un remake, una “reinvención”, una “exploración” y demás pavadas del intelecto conformista-.
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Al fin pude ver The Nortman (2022). Lamento no haberla amado con tanto fervor, pero admito que tampoco la odio. Es una película que lo intenta, aunque no sé si eso valga dentro de los modos artísticos audiovisuales. Se nota la mano del estudio de Rápido y Furioso en los últimos cuartos de película.
Hay, sí, una búsqueda de la estética teatral que se maneja muy bien en la primera mitad, dándonos un tono épico que mitologiza las costumbres a través de herramientas fantásticas.
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Harto del concepto hegemónico de la adultez de que somos seres tristes, vacuos, que han perdido la capacidad de maravillarse o de celebrar la bondad cuando se la encuentra, que estamos sedientos de obras que nos restrieguen la realidad a punta de sangre y mierda.
Todo esa actitud ante la vida es más propia de un adolescente prepuberto que no ha terminado de aceptarse a sí mismo.
A mis 33 escojo darle peso a los resquicios de nobleza y heroísmo que encuentre en el camino. Forjo mi propio mito con mis propios símbolos. Allá los que no se tomen en serio y renieguen de toda alegría con excusas.