Notas sociales #3

M. M. J. Miguel
2 min readOct 4, 2021

Me pregunto si podremos erradicar la noción de literariedad. ¿Qué hace bello a un texto? ¿Lo mismo que hace emocionante un paseo en bote? Todas estas conjunciones abstractas no son más que una intuición que cayó en las garras de la terminología. Por otro lado, la literariedad se hermanda con la noción de estética.

Quizá tenga que ver más con el maquillaje que con escribir, aunque esto último sea, en primera instancia, maquillar las ensoñaciones a través del símbolo.

Quisiera entender que a nadie interesan estos berrinches. Solo son constancias del malestar, un misiva para enfrentarme a tantas pantallas.

Extraño mucho los talleres literarios. Sacarle punta a un texto, escuchar otros, poner la cabeza a trabajar en función del imaginario de los participantes y, por supuesto, la buena guía de los profesores con los que me topé. Siempre los pienso. También espero no haberlos incomodado mucho.

Sigo dándole vueltas a ese desdén de los conservatorios al pensamiento crítico sobre la música alternativa, cuando esta, evidentemente, es parte del fenómeno que se supone que estudian. No hay nada de malo en alabar a Bach y luego encontrar motivos estéticos parecidos en Maiden -y defenderlos o usarlos de ejemplo-.

No toda la música “inteligente” contemporánea tiene que ser: a) atonal, b) concebida como obra magnánima y orquestal.

Mathom = Coroto

Qué extraño es el español.

Intento normalizar -palabra complicada- que al terminar un cuento no pueda darle cabida en ninguna parte. Ningún jurado lo tomará en serio, ni tampoco algún grupo literario al que pertenezca; todos pasarán de largo. Me tumbo sobre esa idea porque no me siento nada, de nadie, de ningún lugar; mis inquietudes no son las inquietudes del país, ni de la ciudad, ni de lo que debería importarme. Veo la diáspora como un hecho alejado, la política como la más sucia -y fácil- salida para escribir; soy incapaz de sentir amor hacia los motivos de mis compañeros realistas, y ya los mecanismos del fantástico clásico me saben a sal; aunque, en defensa de este último, es porque siento que no son más que divertimentos escogidos por el escritor de cigarros y putas de turno.

Encuentro fuerza, eso sí, en ese narrador del Cuento ficticio, de Garmendia. Me veo allí, renegado y hastiado.

Los algoritmos de predicción y creación cultural son el fuego del que tanto nos advirtió Bradbury en Fahrenheit 451. Son bomberos, perros mecánicos e incendio. Todo a la vez. Dame fuerzas, Montag.

“Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian”.

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Written by M. M. J. Miguel

Entusiasta de las artes escritas y sonoras. Recolector nivel experto de rechazos editoriales. Pirata de tierra firme. Letras UCV.

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