Notas sociales #18
A todas estas, gracias por sus deseos de cumpleaños. Siempre he querido ser mayor sin parecerlo, y desde el ego digo que no se me notan los 33. No hay tantas arrugas, y las patas de gallo son solo referencias ajenas que todavía no logran atraparme. Sigamos manteniéndome así.
En segundo lugar, en el lado de la salud, intentamos mejorar. Hay días buenos, días malos, días que no parecen días y días que es mejor olvidar. Me toca ser paciente en la búsqueda de un diagnóstico.
En tercer lugar, he podido escribir y leer. Lento, eso sí, no con el ritmo que me gustaría, pero algo es algo. Reposar al menos me ha dejado tiempo para ver películas y series de todo tipo.
Qué sería del mundo sin la piratería.
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Luego de Peacemaker no veré series de superhéroes con los mismos ojos, y lo compruebo con MoonKnight, la cual no ha logrado atraparme.
Si bien la actuación de Oscar Isaac me parece una maravilla, el resto de la tramoya es sosa, lenta y no define su intento de comedia, thriller o introducción de otro héroe que veremos más adelante en los proyectos mayores de Marvel. No conozco al personaje del comic, y no es algo que considere relevante, pues debe evaluarse cada obra como ente independiente, sin importar el medio. La obra debe hablar por sí misma, creo yo.
La verdad sea dicha: es una serie regular tirando pa’ mala.
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En la misma tónica, el Batman de Matt Reeves me parece mejor trabajado. Nunca fui entusiasta de la interpretación de Bale o de la trilogía de Nolan, exceptuando la ya conocida segunda parte.
El personaje encarnado ahora por Pattinson es justo, medido, de pocas líneas y gran presencia. Un Batman fantasmal, como un ente nocturno que se apropia poco a poco de Gótica y viceversa. La historia de la película, si bien es algo sencilla y dilatada en tres horas, está servida para que se luzca esta reinterpretación que nos recuerda a la gran Máscara Fantasma de los 90.
No tengo mucho qué decir, más que es disfrutable. Qué gran momento para el personaje.
Sigo siendo fan de la visión de Tim Burton y Michael Keaton, y creo que este Batman está a ese nivel, en donde la búsqueda del matiz estético no pasa por alto.
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A veces me da miedo ser un escritor contemporáneo. No quiero que me asocien con mi ciudad, excepto, tal vez, en donde nací. No quiero que se me asocie a la diáspora, al tormento de la dictadura y al martirio de haber envejecido entre las ruinas de mi nación.
Me gustaría que se me asocie con la voz de los bosques, con el rumor de los mares, con el Misterio que encierra al llano, a la pampa; deslígenme de los edificios, del chirrido del metro, de la suciedad de las bocas que emigran de sí mismas.
Yo soy un escritor que cree en las hadas, y a veces no necesito más. Mi casa es Faërie.
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Wolfwalkers es todo lo que se espera de ella: un cuento de hadas. Su animación por sí sola es merecedora de alabanzas. Cada trazo maravilla y caracteriza a sus personajes más de lo que podría hacerlo el equipo de doblaje. Las hojas están vivas al mismo nivel que el pelaje de los lobos o las plumas de Merlyn.
La belleza de una historia a veces es determinada por los estímulos que estas arrancan del espectador, y Wolfwalkers está hecha en esa medida, sin guardarse nada, haciendo que queramos hacer un lienzo de cada plano, capturar sus colores en nuestras voces y mostrar la pureza primigenia del cuento de Fantasía.
En el mundo donde el modelado en 3D parece llevar la batuta, esta cinta recuerda y hace homenaje a Un Troll en Central Park, El Príncipe de Egipto o La Tierra antes del tiempo. No por su estilo, sino por la reflexión consciente de que se ha creado una obra de arte, que busca cautivar con sus propios mecanismos y su propia reflexión en torno a la Otredad -y el viaje que esta nos lleva a hacer-.
