Notas sociales #14

Recuperadas del 24/02/2021
La verdadera perseverancia al escribir es dudar de todas las palabras, y aún saber que ellas en sí mismas fueron, son y serán certezas.
Ya escribiría Le Guin: “Solo en el silencio, la palabra”, en Un mago de Terramar. La novela, además de ser un referente de la Fantasía del siglo XX, nos recuerda que, más que obsequiar, que el lenguaje es la única escala de tiempo que trasciende, y que a su vez colorea las intuiciones al dotarlas de una naturaleza de esencia multisignificativa.
Dominar la palabra no es atarla; es darle rienda suelta, como un conjuro, en la imaginación del lector. Ellas descreen de la estaticidad de las cosas, porque las instan a moverse, a desplazarse; y a su vez, las acompañan hasta que toca saltar al Abismo del punto y final.
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Tengo fresca la lectura del Falso cuaderno de Narciso Espejo, de Guillermo Meneses. Jamás en la vida pensé que un narrador podría jugar al escondite durante tanto tiempo. La novela es básicamente eso, un persígueme, a que no me atrapas, ajá casi, sigue buscando.
Recaí en el el principio zen de la ilusión; la acción fabuladora de la literatura es la creación de velos que uno constantemente debe correr, apartar, y en muchos casos volver a poner en su sitio.
También, y no menos importante, me atrapó su gran acertijo de referencias dentro de las referencias. ¿Quién cuenta a quién? ¿Puede que alguien nos esté contando a nosotros en este momento?
No está de más recordar que, posiblemente, algún algoritmo fabulador esté programando nuestras próximas peripecias.
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Si bien soy partícipe de la unificación de las vertientes no miméticas, específicamente la literatura fantástica, realismo mágico y fantasía, en un solo término, también creo que hay que profundizar en la genealogía de cada una. Noto mucho problema teórico al abordar la literatura de imaginación mientras se excluye partes de ella. Es como si quisiéramos entender el sistema digestivo sacando de la ecuación a los intestinos. Un absurdo.
Quizás es la herencia de Todorov, ahora cristalizada en Roas, lo que hace que los estudios sobre Fantasía sean tan escuetos, relegados a mecanismos ficcionales que intentan asociar estas imágenes con nuestro mundo primario. Cosa que, considero, es un graso error de aproximación.
Para una nueva “introducción a la literatura fantástica”, yo propondría abordar desde la teoría de los mundos posibles de Dolezel, por ser más abierta al hecho de “imaginar y mitologizar” una fabulación ajena a referentes ya plasmados en nuestro imaginario lector. Tolkien propondría algo parecido con su “Mitopoesis”.
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No entiendo a esos correctores de estilo que no se entregan a la ficción de los textos que corrigen. Una cosa es trabajar aspectos que quizá no estén funcionando, y otra es preguntar obviedades. “¿Por qué no llamaron a las Águilas para que llevaran el Anillo a Mordor?”. A veces pienso que estamos enfermos de realidad, que todo debe calzar. Le pedimos mucho sentido a un fenómeno e imaginar algo tan errático y contradictorio como la existencia en este plano.
Recuerdo que pronto harán hisopados por el ano. Así como suena.
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“Categorías hegemónicas de la belleza en la novela de televisión latinoamericana. Betty, la fea: Un estudio”.