Notas sociales #132

M. M. J. Miguel
5 min readMar 4, 2025
A quien corresponda

04/01/2025 al 07/01/2025

Sí, en definitiva, el infierno debe ser un lugar regido por algoritmos sociales.

José Tomás Angola: «Hay que escribir mucho, eso es una verdad para los escritores. Pero me dan miedo los escritores que publican mucho, pues no todo de lo mucho que escribes debe ser editable. El silencio y los papeles rotos son imprescindibles en la literatura».

A veces dudo si la vida merece la paciencia que uno le tiene.

Algunas joyas de Eliza Lerner en su entrevista publicada para Trópico absoluto:

«El paraíso, en ocasiones, es modesto. Pero, cuánta ventura puede dar. Dentro de nuestro pequeño paraíso puede haber algún estremecimiento, alguna contrariedad, una pena. No estamos dentro de las distracciones del limbo, pero la felicidad puede ser una honrada baza para el corazón».

«Creo que la trama por excelencia en un libro es el lenguaje. Incluso es una buena trama verbal la que construye las páginas. ¿A qué llamo una buena trama verbal? Claro está, esa iluminada por la luz tan personal de la poesía. Algo que es como un canto verbal. Una página a la que alegran más las imágenes, la metáfora, el ingenio en el lenguaje, que lo que puede haber de relativo en la peripecia contada. Aunque no siempre, por desgracia, podemos desvincularnos de la peripecia. No estamos en la ignorancia que la historia más que un bello bosque es un bosque sangrante».

«Si tengo alguna apuesta, es por el juego de un ajedrez del lenguaje. Si hay suerte, partimos de esas piezas incompletas casi siempre, originadas en la nocturnidad de los sueños y a las que ambicionamos darles algún orden o destino a través de la escritura. O que también procuramos establecer mediante esa otra densa nocturnidad, aunque sea pleno día, que es la soledad. Incluso en muchas ocasiones la soledad es dadivosa con nosotros para que, en medio de lo prosaico y doloroso que tiene la vida, si somos en algo fieles con Ella, con la soledad, el Hada de la poesía, salude y aligere la página de nuestra escritura».

«Eugenio, como antes Ramos Sucre, fue un genio del verbo, de la más bella poesía. Solo que nos entretiene demasiado el dolor ocasionado en nuestras tierras, también en otras, por los tiranos. Y no nos consolamos lo suficiente con la belleza. Y la mayor belleza, para el corazón sensible, acaso está de más añadir, que es el diamante del poema».

«Y ¿qué es la soledad paciente del poeta y del escritor sino una voz? Una voz que regala un lenguaje, personajes, imágenes, poemas. Y esa voz que escuchamos arrobados, con nuestro lapicillo para escribir encendido como un pequeño fuego, ¿no es «el juego con Dios en solitario» de la bellísima sentencia de Eugenio. Sí, yo creo a pies juntillas que en el silencio de los poetas y de los grandes escritores está la dicción de Dios. Por eso en un poema de bellezas encuentro el fervor de un rezo».

«El mundo interior es una página borrosa, muchas veces la desconocemos hasta el arduo momento en que decidimos, en lo posible, ponerla en limpio. De igual manera muchos de nuestros sueños son trabajos oscuros en los que nos ejercitamos mientras dormimos. Y, que luego, sin que lo sepamos de inmediato, pueden servir de alimento a la página del escritor».

«La escritura se origina de una mirada al mundo, a su belleza y, en más ocasiones de lo que querríamos, de un vínculo demasiado estrecho con lo que es dolor, inclemencia, injusticia. También está la alta luz que nos proporcionan los libros, algún viaje, algún nuevo idioma. Pero, finalmente, lo que intentamos escribir creo que, en la mayoría de los casos, proviene del desconocimiento de nosotros mismos, de esa página desleída que ya he mencionado, de lo que puede resultar de ese museo tan fugitivo, tan volandero, tan imperfecto de nuestros sueños».

«Sabemos tan poco de nosotros mismos que se nos hace necesario escribir».

«Sin un estambre literario de alguna valía, los personajes son como mendigos, faltos del atuendo verbal».

En mi ya avanzada treintena temo darme cuenta de que no pertenezco al presente juvenil de mis amistades cercanas.

Bajo el amparo de las expectativas me rehúso al abandono de todo esto, al abandono de estas notas que pican como urticaria, de las ficciones que imagino cuando me detengo por el peso de mis grilletes, de toda esta tristeza, de toda esta calumnia autoimpuesta por el uso del lenguaje.

«Dejen de asumir que todos andamos pegados al celular».

No lo asumo.

Lo veo.

Inmune a la idea de que la tecnología de hiperconexión tiene más efectos positivos que negativos en la forma de comunicar y sentir. Sé y temo que estamos en un punto de no retorno.

La tecnología como una nueva forma de charlatanería, justificada de presente, o mejor dicho, de la estrechez de presente.

La ligereza con la que se habla del contenido para adultos debería desaparecer. Toda la producción que conlleva es desgastante para los actores. Toda la parafernalia es merecedora de un Oscar. Sinceramente, mis respetos para cualquiera que se dedique a la producción tanto amateur y profesional.

No hay disfrute alguno más que lo monetario. Ese trabajo — porque es un trabajo — conlleva a una despersonalización que a la larga podría desconectarlo a uno de su propia esencia, de la forma en que se camina por este mundo. El afecto, el placer, todo, se vuelve artificioso, sin hablar de la exposición y las habladurías de quienes no entienden que detrás de todas estas pantallas existen personas, con un pasado y posiblemente con un interés en el futuro.

Es curioso que la opinión perjudicial siempre provenga de una masa que en su vida ha entendido conceptos tan básicos como el respeto, de ver al otro más allá de un fin utilitario, receptáculo de carencias. Provienen, a grandes rasgos, de mentes depredadoras, que nunca se han enfrentado a una cara de la soledad: la soledad carnal.

Recojo dos cositas de Suzu.

Suzu: «Teorizar es el encuentro entre lo desconocido y lo imaginario».

Suzu: «La gente tiene una sola forma de mirar».

Mis primeras narrativas fueron paracósmicas. Toda la cama llena de juguetes, mapas de un mundo existente solo en mi cabeza por aquellas tardes luego de la escuela. Mis primeros héroes fueron de plástico, imitando el argumento de la programación infantil de la televisión de la sala. Allí conocí a Toriyama, Kurumada y Naoko Takeuchi, sin saber que sería mi tradición, solo mía, la que me trajo del lejano oriente. Luego tuve el valor de cambiar algunos giros, algunos nombres, algunos refugios y algunos consuelos, y hoy, con el anhelo de la tranquilidad de la niñez, observo que he vivido esas historias una y otra vez en fragmentos de mis cuentos ahora hechos lenguaje; un lenguaje que, lamentablemente, no es de plástico ni plastilina, por demás artificioso e incompleto y poco ducho para contar y contar.

Ojalá volver a jugar con mis soldaditos, mis muñequitos de Dragon Ball, mis G. I. Joe. Ojalá, ojalá.

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Written by M. M. J. Miguel

Entusiasta de las artes escritas y sonoras. Recolector nivel experto de rechazos editoriales. Pirata de tierra firme. Letras UCV.

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