Notas sociales #12

(Notas rescatadas: 5 de febrero del 2021)
El concepto de literatura como hogar, como refugio, lo acepto a medias. Si bien es cierto que las historias pueden permitirnos y remitirnos a encontrar un lugar en esta precariedad de Ceros y Unos, me apego más a la idea de que la literatura es una forma de convertir en refugio a los fenómenos que nos son incómodos, como si fuese una invitación a experimentarlos, a beberlos y tomarlos por propios.
-
La ficción en sí misma no funciona sin el andamiaje del lenguaje, aunque a veces también espera un esfuerzo extra por parte del lector/espectador para creer.
La ficción es una cuestión de fe, casi hasta religiosa.
-
Soy enemigo de la verosimilitud extrema, por eso todo intento de “worldbuilding” me parece una castración de las modalidades discursivas que la Fantástica y las literaturas no miméticas tienen para ofrecer. (Recordatorio: guardar esto para mi tesis).
Cito a Emilio, un buen amigo de Twitter: “El exceso de worldbuidling (como le llaman) es un mecanismo compensatorio para amortiguar la falta de tema, motivo y lenguaje. Es decir, la falta de literatura”.
-
Tengo conflictos con mi prosa. No quiero encontrar un estilo, ni que se me reconozca por una voz característica. Eso sería condenarme a la paila de tochos barrigones que solo viven para escribir “sagas”.
Pienso que el estilo es un continuo. No hay punto de llegada. Quiero desconocerme en la palabra.
-
Si seguimos dándole una oportunidad a los clases online en la UCV, quedaremos como una parodia de Patricia Fernández: “Yo estudié seis semestres de Letras en la Central”.
No tiene caso seguirme quejando de que es una necedad esa modalidad. Yo no tengo tanto pico de oro para decir que es nefasto e inhumano querer levantar la maquinaria universitaria a punta de lágrimas y épicas. Hay que escucharnos.
Quiero clases presenciales, ¡cómo no!, pero sé que en este momento es imposible. Toca paciencia, algo que la burocracia manida no entiende, y menos lo entienden los patiquines que solo quieren el papel para irse pal coño, que por lo general son los ingenuos de los primeros semestres, a costa de desangrar a los pocos profesores que quedan como si estos le debieran algo a ellos. Por otro lado, sí me preocupa que los procesos académicos como las presentaciones de tesis estén paralizadas; esa debería ser una prioridad, pues esos alumnos ya cumplieron con lo que les tocaba.
Y ojo, no es que yo no me quiera ir, pero quiero irme con la certeza de que disfruté mi proceso de aprendizaje. That’s all.