Notas sociales #118
12/09/2024 al 14/09/2024
Paola: «sería apropiación cultural cuz no soy un hombre gay aunque he soñado».
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Es un poco cínico a veces, solo a veces, criticar la linealidad identificable de las artes hechas por IA cuando todas las tapas y contratapas de cierto sector editorial anglosajón — y sus rémoras hispanas — carecen de alma. Misma tipografía, disposición de elementos, ostentoso hasta decir basta. Si funciona, dirán, ¿para qué cambiarlo? Claro, es para asociarlos a otros fenómenos editoriales y vender. Semiótica de la manipulación.
De nuevo, entramos en el bucle automático de no cuestionar aquello que nos conduce a un mal gusto, sino a no tener gusto en absoluto.
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Daniela L. Guzmán: «A veces vale recordar que la literatura es inútil, pero nos da justo eso: formas para lo que no tiene forma; luz para que lo invisible pueda ser nombrado».
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Lo único a lo que yo aspiro maltratar siendo escritor es al lenguaje.
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Anoche soñé un despelote: Iglesias donde había conciertos como antesala a una presentación de una antología poética, exes locas haciendo acto de presencia con la confianza de quien no me ha desechado, casas inundándose porque está llegando agua de la calle y no deja de llenarse el tanque.
Desperté sintiéndome regañado por lo onírico; más que regañado, aturdido.
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Sí pienso que los jueves son un buen día para limpiar los baños.
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Portales de ciencia ficción usando arte de IA para adornar las viñetas acompañantes de los textos.
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Nada más detestable que jóvenes de veintitantos apropiándose de la vejez.
Les falta calle.
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Jhon Lennon compuso «Imagine» para que A Perfect Circle la perfeccionara.
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Ráfagas, así son estas notas; la clarificación de lo vacuo en términos de lenguaje. No puedo nombrar mi Abismo en tanto no sea parte de lo que escribo, de lo que vivo y lo que observo. Me entrego al tópico de turno a la vez que lo ignoro tal como un político ignora la decencia.
Mis notas son excusas para no volver a los cuentos, como si estas me salvasen de la inevitable necesidad de narrar, de emigrar cada Abismo a ese formato que ya poco se lee, eclipsado por la mercadotecnia de la novela — hay que decirlo: la novela tiene mejor reputación en la prensa, mejores maquillistas de camerino — .
A veces pienso que estas notas podrían ir al Transgenérico, al premio me refiero, pero no son inéditas. Podría mandarlas como ejercicio, de modo que me obligaría a releerlas con un poco más de atención, corregir incoherencias y cambiar el infortunio del pasado.
Igual, no creo que esté bien hacerle esa ratada al jurado.
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De una alumna, quizá de seis o siete años, hace mucho tiempo: «Profe, en mi mundo existen todas las palabras».
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Dotar de subjetividad al arte es desollarlo.
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«pasos breves dejan dos palabras estos espejos tiemblan
si el caer de las horas es la única permanencia
si el caer de las horas pesara
volver sobre los mismos
andares de una siembra
mares arrastran la vida lejos del hogar:
querellas
perderse es transitar una falta».
— Elio Esposito, mi gran amigo, un gran poeta.
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Todos tienen una excusa ante el mundo. ¿Cuál será la mía?
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Posiblemente todas estas soledades matutinas, dispersas entre el vapor del café, no sean más que un recordatorio de que no hay escape, no hay nada, no hay píldora frente al Abismo.
Tienes que hacerlo funcionar, José Miguel, sino game over.
¿Y si soy incompatible con la idea prostituida del cambio? Me veo a mí mismo circularmente, como un ruido blanco que se expande hasta fuera de todas las pantallas. Estoy, en dado caso, tan desfigurado que poco distingo mis lugares — si he de tenerlos — en el mundo.
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El valor de la literatura está en que precisamente no solo exige una mirada literaria.
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Lectores pobres generan libros pobres.
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No me parece curioso, sino denigrante, que muchos autores — algunos conocidos — cuya lengua nativa sea el español busquen publicar en inglés solo por un tema de visibilidad. Esto es seguirle dando pelota a la idea de que nuestra industria, nuestra literatura (superior en todo sentido estético y temático hoy en día) solo puede ser supeditada a las grandes potencias. La literatura exige genialidad, y parte de la genialidad es abrirse paso entre la maleza mercantil que opaca nuestra lengua.
Yo no soy hispanista — ¿o sí? — . Solo difiero de la idea, pues la detesto, me saca la piedra, me enerva, de que la visibilidad es igual a poder, y sobre todo, es igual a validez.
Una literatura visible, una literatura sin velo, es un espejito, una piedra de sal.
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Cada vuelta a estas páginas siempre la siento como un destierro. Cuando escribo solo habito en la naturaleza del paria, de leproso internauta. Predigo también que cada sitio al que voy busca cada mecanismo existente para lanzarme fuera de él.
Un día moriré sin el gusto de haber pertenecido a algo;
solo pertenezco al miedo.