Notas sociales #113
13/08/2024 al 17/08/2024
Hay un viejo recuerdo — ¿trauma? — que me llevaré a la tumba. No me define, y siquiera es algo que haya marcado mi manera de desenvolverme en el mundo. Eso sí: es terrible.
Desde hace años el responsable está a punto de estirar la pata por una enfermedad terminal, sin mencionar que es prófugo de la ley en un país extranjero. Nos une un pequeño vínculo familiar, una rama vitalicia y desordenada del apellido paterno. Me entero de su estado de salud por cuentos que su madre le echa a la mía, y yo como buen chismoso oigo bajo el disfraz de la indiferencia.
No me puedo quejar. Ha sufrido sin que yo tenga que mover un dedo. Supongo que los dioses han estado haciendo ese trabajo, o es que yo soy un tipo con suerte. Quién sabe. Hoy por hoy entra de nuevo al quirófano, y si no sale, nada me evitará pensar que este plano se habrá librado de una lacra.
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«Me parecía que todo lo verdadero tenía que ser contrario a lo convencional y esquemático, fresco como el alba y tupido como la fronda de los olmos».
— Adam Zagajewski (Dos ciudades)
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Un ¿headcanon? no es real a ciencia cierta si se saca de la manga, pero… ¿muchas de las tonterías que se escriben en reseñas complacientes, sin riego, profundizaciones con tintes de intelecto y tantísima crítica literaria, no parten de una especulación que intenta forzarse en el racionalismo propio de una obra?
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No sirvo para vivir en comunidad. Me he acostumbrado a vivir solo, o en dado caso, andar en el departamento de mamá el tiempo que se me antoje. Cuando hay más de tres personas habitándolo siento que me asfixio, que me roban no solo mi pedazo de mundo, sino el tiempo, la capacidad de pensar, mis rutinas.
Estoy recluido en el estudio sin que esto signifique productividad. Las pestañas del navegador me distraen del ruido de afuera, de las voces incalmables, del ruido digital de algún jueguito barato de la playstore. Nadie me ve la cara durante el día, salvo contadas ocasiones en las que el hambre gana o el aburrimiento se ve sometido por el adormecimiento de mis piernas.
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De noche, en la pizzería, con unos tragos en la cabeza. Esta calma nocturna de un jueves parece la intermitencia de un dolor discal. Las luces de una patrulla pasan cerca, tan cerca que mi espinazo no hace más que vomitar para adentro. Están en todos lados por más que el velo de las conversaciones al fondo los tape. Aun así, sé que estas pausas alimentan la cordura, el escaso rango que nos queda de maniobra. Tomo la mano de Suzu y me concentro en su voz, me ato a ella; una isla apenas divisada en la distancia en tanto mar picado. Espero llegar a puerto, así sea encallando cerca de la orilla; ya veré como nado con estas piernas tan cortas, con esta voluntad tan remendada.
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En algún universo vivo en el campo.
Construí un órgano casero y paso mis días tocando Bach.
Me oyen los páramos.
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Toda mañana es asedio
del pasado.
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Agradezco profundamente el haber rechazo todas y cada una de las invitaciones a una FILVEN. Nada peor que los intelectuales tibios dando cátedra de cómo esquivar responsabilidades ideológicas o morales.
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Sobre lo anterior, no escapé liso de estas invitaciones en el campo musical. Por allá en el 2012 tocamos en un festival contra el imperialismo, vaya usted a saber qué era eso. Era nuestro primer toque. Algo inocente, aunque toda inocencia es solo una justificación torpe. Luego vendrían otros eventos organizados por gremios de izquierdas, la universidad bolivariana y afines.
Eso sí, la gran mancha siempre será haber pisado la tarima de un Pregillmanfest.
Hago recuento porque la memoria me lleva hacia la gran emoción que me generaba el compartir tarima con otros tantos colegas, en sana — mentira, nos odiábamos todos y estábamos más divididos que cualquier otra cultura urbana — competencia.
Fue un mal toque. Lo hicimos terrible. No valió la pena. Me avergüenza no haber tenido el coco necesario para determinar que estaba alimentando al gran monstruo represivo de hoy.
Eres un imbécil, José Miguel. Debiste darte cuenta.
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Paula: «Que la vida no me quite la oportunidad DE OLER HOMBRES».
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Nuestros Abismos no deben arrastrar más que a nosotros mismos.
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Mis decisiones en ebriedad tienen doctorados en comparación de las que tomo sobrio.