Notas sociales #10

Pienso que hace años dejamos de prestar atención al cine. Esto lo digo porque, cuando una película nos interpela y remueve costras en nuestros intestinos, inmediatamente nos sorprendemos de que lo haga, como si la ficción nunca hubiese pretendido sacarnos de la comodidad y lanzarnos a un coliseo lleno de quimeras.
Nos hemos hecho presa de la ingenuidad; pasivos, si se quiere. Basta con observar el fenómeno de Don’t Look Up. Apartando si nos parece una genialidad o no -en lo personal, me gustó mucho- es innegable el revuelo de esta sátira cienciaficcional y su constante uso del absurdo, que más que exagerar, cosa que sí hace, retrata y representa mínimamente la estupidez de los poderes de turno, la gringada promedio y la tecnocentralidad de las relaciones hoy día.
Otra cosa. Al igual que la tragedia, si esta no es familiar, no es tragedia. Llevemos esto a la sátira: si la sátira no resulta grotesca y exagerada, no es sátira.
A lo que voy: molestarse por una película por ser exagerada y concederle el tono de alegoría es barato; que la prensa y algunos medios ataquen a la película cuando ellos son los primeritos en meternos los tópicos sin sal como el cantante autotuneado de turno es de esperarse; pero, de verdad, el lloriqueo acrítico es espantoso.
La ficción es solo eso: ficción. Pero le concedo que al menos, en su autonomía, nos rompa. No sé ustedes, pero estoy cansado de las películas hechas por algoritmos. Y si esta fue hecha por uno, al menos se esforzó por esconderlo.
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Espero vivir el día en que un videojuego gane un Premio Nobel de Literatura.
Hagamos un ejercicio; ¿cuál debió ganarlo ya? Siempre daré mi corazón a Final Fantasy IX, del Hironobu Sakagushi.
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Encanto tiene un gran problema, y no es el uso excesivo de canciones.
Radica en su estética y montaje. ¿Qué se intenta mostrar? No me queda claro. Por el filme flota un extraño tufo de optimismo, de exceso de energía, como si la latinidad fuese un huracán que no para de trabajar, y que ante la adversidad solo le queda reírse y cantar. También radica en que pareciera que la latinidad es una genealogía, una fidelidad a la casa dotada de características humanas. No me quedó claro y se me hizo peor que escuchar un concierto de Coldplay para dormir.
Su resolución hace justicia a su nombre. Es una resolución que llega de milagro.
Lo más interesante es el personaje de Bruno y conexión con el tiempo, con esos hilos informes de la posibilidad remota, con su contacto fuera de la genealogía. Quizá, si lo hubiésemos tenido de protagonista, la cosa tomaría un rumbo más entretenido a costa de sacrificar lo colorido. A nadie le importa Mirabel.
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El referente ficcional solo es funcional para los ojos de quienes están involucrados en el relato. Esto es: el narrador y los personajes. El escritor es un mundo aparte, otro plano, y debe tener cuidado de contaminar la mirada de sus creaciones con sus propias cercanías.
Un ejemplo: el escritor sabe qué es una silla, y al trasladarla al mundo de ficción no mimética, debe diluir esa imagen a través de los ojos de sus personajes, ya que para ellos no será una silla y puede que no sirva para lo mismo. ¿Cómo enfrentamos esa disolución imaginal? Con el lenguaje; el lenguaje es nuestro grado cero, hallar el verdadero nombre a través de una mirada que no es la nuestra, sino la del relato.
Por eso me atrevo a decir que en Fantasía, la mayoría de la teoría literaria de la ficción suele trabarse para comprender el mecanismo mitopoetico. El referente en la literatura imaginativa es Arreferencial si se me permite el uso vago de este término.
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“Fenómeno de la banalización emocional de las masas”. Cosas como la empatía o la comprensión se han venido abajo por empaquetarse en mensajes prefabricados, conductas prescriptivistas y una idealización de la “no idealización”. Automatizamos el cariño.
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Conozco esta soledad innombrable; es igual a otras soledades innombrables atravesadas en túneles de sueño. Es igual a la soledad innombrable del reflejo en el espejo; ese reflejo busca imitarme, pues de no hacerlo, romperá su propio mundo de cristal y habrá fallado en la única cosa encomendada. Yo también busco imitarlo; así no nos abandonamos en esta soledad innombrable.