Notas sociales #1
Drizzt Do ‘Urden es un caso atípico, pues en apariencia es el único elfo oscuro que ha desarrollado una consciencia sobre sí mismo y su gente; un reaccionario, un sensible, casi como un artista en un mundo de científicos. La narrativa no solo nos lleva de la mano por sus miedos, aventuras y decepciones, sino también -y esto hay que aplaudirlo- de cortas pero preciosas entradas de diario, que en lo personal, aportan más como material literario de fantasía que todo el entramado político y social que encierra la Antípoda Oscura.
Quizá la traducción al español es el verdadero enemigo aquí y no ninguna de las otras casas mayores de Menzoberrazan. Si bien logra movimiento, este mismo aspecto no permite pausas a una novela que me parece que debía sostenerse sobre los ojos de Drizzt. Se vuelve monótona con tanta espada, patada y magia accidentada como su escritura.
La construcción del imaginario peca de ser muy autoreferencial. Quien en su vida haya agarrado un d20 se sentirá un poco apartado, pues la novela tampoco se esfuerza de darle personalidad a lo que construye, y aquí traba mayor: Salvatore conoce el mundo, sin atreverse a trampearlo con la suficiente saña para que esta no sea una historia perdida en el tiempo.
Es entretenida, eso sí.
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Intentaré no darle muchas vueltas. The Green Knight (2021), de A24, es una joya de la fantasía cinematográfica. El trailer engaña, pues parece que nos acercaba más a una película de acción que desdeña la épica y construye una falsa ilusión de madurez a través de recursos idos a menos como la sangre y el sexo, pues, “la fantasía solo es adulta si presenta estas dos variantes”.
Lo fascinante de esta película no es solo la reconstrucción del canto épico de Sir Gawain y el caballero verde, sino que se aleja de la idea errónea de que el cuento de hadas es un camino lineal lleno de fresas. La representación de lo feérico en este caso es un viaje lleno de alimañas visuales, de silencios compasivos y muerte; el mundo de los muertos no está lejos del mundo de las hadas. Hope Mirrlees aplaudiría de pie.
La épica acá no reposa, sino que se abre paso como el musgo, corroe las espadas, los bosques y las almas. Hay claramente un destino heroico, que al igual que el canto, se representa en lo humano y en sus propios defectos.
Desde la semiótica, la película acaricia el teatro de títeres y la sensorialidad acuosa a través de los lentes y sus planos. Así como podríamos leer la historia de Gawain, la vemos reflejada en cada toma como un vitral, y es este acercamiento lo que da la sensación de habernos encontrado con algo antiguo, anterior -y superior- a nuestros escasos modos de percibir el mundo. Un estado alterno de la imaginación en pleno uso de sus facultades.
Sobre todas las cosas, la película respeta su estética, su modo de contar y lo que te cuenta. Es una pesadilla y a la vez una caricia, tal como los cuentos de hadas deben ser.