Notas breves #5
#5
Estos andamios se tambalean. Se han erguido porque necesitan erguirse, mas no tienen un fin que sostener. Están regados al azar, como monolitos o pararrayos, que aguardan la venida de las lluvias y de las plegarias constantes del cambio. En sus rostros observo las ansias de quien no tolera más la espera, porque en realidad no saben qué esperar.
Acaso vendrá la tarde con una botella — de lo que sea — . De a pico, los sorbos crearán océanos en el estómago; vomitaré, vomitaré nombres como si aquello me diera la oportunidad de controlar a sus portadores. Por eso, quizá, se insiste en el hecho de etiquetar y almacenar cada uno de los roces que creemos merecer. Al nombrarlos los hacemos caminar, les damos patas para que dejen sus huellas en nuestros recuerdos.
Cuando se agotan los nombres, el vórtice se retrae; no es que lo necesite. Al nombrarte, también me nombro a mí; un continuo pendular de amalgamas, anagramas, capicúas y hexágonos.
Rectifico. Parpadeé solo para darme cuenta de que los andamios no se tambalean, sino que señalan hacia la línea inexistente del horizonte, hacia el borde del mundo, hacia el extremo que se aleja de todo lo que se sostiene y de todo lo que se nombra. Los veo lanzarse al vacío y desintegrarse partícula a partícula, susurro a susurro. Podría pensar que escapan. Solo van a liberarse de su labor de andamio, de la innecesaria tarea de sostener al cielo y a las palabras.