Notas breves #11
#11
Hay paredes que se derriten, pareciéndose a cera que se esparce como un cementerio que debo recorrer. Entre los dedos siento las comparsas de diálogos atrapados en la viscosidad de la espera; telarañas de palabras a medio tejer o de gritos a medio fulminar. La casa se encoge y los fantasmas se agrandan; la toman como aquel cuento de Cortázar y me obligan a repensar la idea de abandonarla; desprenderme hasta de las uñas conque he arañado las puertas de las habitaciones.
Un día normal es aquel en donde pierdo las llaves; las busco entre las baldosas por si necesito encerrar los picotazos del zamuro, impaciente, que va tras de mí cada mañana. Sé que no tiene hambre, pero encuentra gozo en recordarme que algún día terminaré entre su pico y su garganta, compartido entre sus compañeros de plumas nocturnas, desgarrado por aquellas patas que dejaron de serlo al fundirse con la inmundicia de la putrefacción.
Ahora el viento agita el nido de las angustias; silba la vieja melodía del vacío en una lengua que los primeros hombres entendieron como el presagio de una tormenta; se extinguen las fogatas, y como si eso fuese el cantar de un basilisco, se petrifican las manecillas de la esperanza.
El Sol que huye detrás del óxido escribe que ya pasó otro día.